jueves, 11 de septiembre de 2008

Entrevista



Entrevista a Aldo Parfeniuk

Aldo Parfeniuk, poeta, crítico y docente, nació y reside en Villa Carlos Paz. Hijo de ucranianos, aprendió desde niño a detenerse en las pequeñas cosas, y valorarlas, a disfrutar la tranquilidad serrana, las largas siestas y la música popular. A partir de su adolescencia, se entregó apasionadamente a la lectura de clásicos de la literatura, desde ensayistas y novelistas, hasta poetas, quienes ejercieron una importante influencia en su elección del discurso literario como modo de expresión.




¿ Cómo ha sido tu encuentro con la palabra poética?
-Mi encuentro con la poesía fue hace bastante tiempo. Habré comenzado a leer y enseguida a escribir poesía a partir de los dieciséis años.
Mi primera aproximación fue a través de letras de canciones. Canciones del folklore argentino y poetas del folklore. Los provincianos tal vez tenemos en esta fuente, en gran medida, el origen de nuestra inclinación o de nuestras vocaciones. Los poetas del folklore de la Generación del ‘50 y del ‘60 decididamente me marcaron; mis primeras lecturas tuvieron que ver con Manuel J. Castilla, Jaime Dávalos, el “Cancionero popular y anónimo” recopilado por Juan Alfonso Carrizo. Y es razonable que esto haya sido así, porque encontraba en estas expresiones de gente que hablaba de mi mundo, del mundo de la provincia, de mis ritos, de los ritos de la gente de las provincias, de aldeas tranquilas y sin tanto apuro, de siestas largas, de la naturaleza y del paisaje y de ciertas tareas del hombre, de ciertos trabajos y actividades del hombre, que solamente esas canciones mencionaban. Por lo tanto, al encontrarme allí, bueno, esto fue muy fuerte y también tuvo prolongaciones, pero siempre de esta vertiente popular, con los poetas gauchescos: con el Martín Fierro, con el Santos Vega, con toda esa gente.
Así comencé también a inventar, a imitar a estas voces que eran capaces de retratar el paisaje y las vivencias de la gente del lugar haciendo mis cosas. Y después todo esto se fue ampliando y se fue –digamos- universalizando. Pero en todo esto siempre debo decir que estuvo presente la lectura y la práctica de la poesía como un gusto y no como una imposición, ni como la exigencia propia de alguien que quiere hacer una suerte de carrera profesional a través de la literatura . Lo tomé con mucho cariño, como una cosa muy secreta casi; tanto es así que cuando llegó el momento en que pude estudiar, hacer el secundario y después una carrera universitaria, ya era grande, tenía casi treinta años, y no elegí literatura sino filosofía. No elegí literatura porque veía de qué modo algunos amigos que habían pasado por la experiencia, no salían beneficiados en su paso por la “academia”, por la universidad, al contrario; la frescura, la espontaneidad, y la inconsciencia que a veces necesita la creación, era, digamos, clausurada por el conocimiento por un lado, y seguramente por la actitud de muchos profesores, de no poder reconocer en alguien que recién comienza las posibilidades de una creación importante. Y bueno, en lugar de estudiar literatura, estudié filosofía, que de alguna manera estaba en la base de todo lo que a mí me interesaba.
Debo decir también que esto de tomar como punto de partida la poesía de la canción popular, de la canción folklórica argentina, tiene que ver también porque vengo de una familia de músicos, lo que me permitió formarme musicalmente. Por lo tanto la doble vertiente estaba presente en la canción popular.

¿Cómo definirías la poesía?
-Bueno, es ambicioso pensar –como ocurrencia aunque sea- que uno puede definir la poesía. No podría hacerlo; pero, tal vez, por la vía negativa podemos reconocer un poco, no sé si definir, qué es la poesía, y en este caso debemos decir o debemos reconocer qué no es poesía, para después decir que lo que queda, que lo que queda y no se puede explicar, no se puede definir,pero está presente, y no está presente de una manera gratuita, antojadiza, sino, como una necesidad, como una concreta necesidad de las personas, esto es la poesía. Esta expresión que va más allá inclusive que la capacidad de formalizarla, de reducirla, de sistematizarla, de definirla, de analizarla, de descuartizarla y hacer una autopsia, esto que queda: es la poesía. Lo que pasa es que para hacer un poco más sociable –si se quiere- la explicación, quiero decir que la poesía, de pronto, no es solamente lo que se escribe con palabras versificadas o encolumnadas en un libro, en una página; podría decir irónicamente que hay poesía en todas partes, y hasta en ciertos libros de poemas; ¿y cómo es esto?.Y, bueno, la poesía es una relación que se da en las cosas, entre las cosas, que no necesariamente es una relación verbal, por lo tanto la poesía escrita, aquello de lo cual en este momento nosotros entendemos que estamos hablando, circula por todas partes. La relación poética que funciona en un atardecer, en una circunstancia en una esquina de la ciudad, la manera de sonreír de una mujer, bueno esto es una función que es única y que no solamente está en las palabras, creo que las palabras tratan de dar con esta función, con esta relación entre las cosas, entre los términos, para que se produzca esto único que se produce y que nosotros recococemos como poético o poesía. Pero, podemos agregar, que la poesía está en las obras de cine, en las fotografías, en la música, está en todo, y yo no sé si Apollinaire decía: “y la poesía está en todas partes y para la prosa están los diarios”. Es decir, la función poética es una química que se da en los discursos que no solamente son los discursos verbales, y a la cual solamente podemos reconocer como tal sin definirla, por un sentimiento, por algo que se siente ante esta química que de pronto se da y que no tiene fórmula. Y esto es lo difícil, y lo difícil de entender, que si llega a tener fórmula se destruiría. Por eso siempre es nueva, siempre es un desafío a la capacidad de percepción y creación de quien quiera repetir creativamente con lápiz y papel esta relación.
Puedo decir además, que la poesía está mucho más presente de lo que mucha gente cree y en un montón de cosas que nos rodean. Los poetas –si se quiere- son los investigadores básicos, no los investigadores aplicados que deben trabajar en función de una utilidad ¡no!, los poetas son esos investigadores básicos sin los cuales no existirían los investigadores aplicados, son los que tienen la libertad para probar permanentemente, para experimentar, y que de pronto, sólo así encuentran esta relación poética, de la cual, después, se vale lo aplicado: el comercio, la industria. Porque un video-clip – la economía de recursos en función de la seducción y de la eficacia del discurso recortado del video-clip- está elaborado a partir de funciones poéticas conseguidas por los poetas. Los realizadores, los animadores de un programa de televisión, estructuran sus programas en función de una poética. Los discursos de la cultura, los discursos massmediáticos, son discursos elaborados a partir de las funciones de la poesía, de las poéticas, y esto es lo grande que han descubierto y es lo que hacen los poetas; el tiempo se encarga después. En este sentido, la poesía, la poesía pura –llamémosla así- que se sigue escribiendo en libros, es como una fuente de la cual bebieron, beben y beberán el resto de los saberes y de los haceres aplicados, como los medios de información, las artes gráficas y la publicidad.

Recorriendo ahora un poco tus experiencias pasadas, en cierta ocasión tuviste la oportunidad de entrevistar a Borges. ¿Qué impresión te causó, y qué rescatás de aquél momento?
-A comienzos del 82, hace ya casi 20 años, Carlos Fantini, quien dirigía entonces la página cultural del diario “Tiempo de Córdoba”, me pidió que me acercara hasta Cosquín, donde Jorge Luis Borges daría una conferencia, en el hotel La Puerta del Sol. Acepté entrevistarlo venciendo un comprensible resquemor, causado por el respeto y la admiración.
Cuando estuve frente a Borges –me permitieron compartir su desayuno, ya que tenía poco tiempo para la entrevista- su cortesía y educación fueron logrando que me relajara, hasta que todo terminó siendo una conversación casi entre pares, que después se prolongó con un paseo del brazo por las calles de Cosquín.
Por supuesto me pareció de una inteligencia deslumbrante; sin embargo lo que me impactó fue su sencillez, su humildad sin poses, absolutamente natural, por así decirlo. Eso es algo que todavía perdura en mí como una impresión fuerte.

Hablando un poco de gustos y preferencias personales, ¿a qué poetas argentinos y extranjeros admirás?
-Poetas argentinos que me gustan son José Hernández, Borges, Gianuzzi, Nicotra, Almafuerte, Gelman, Juan L. Ortiz, Manuel J. Castilla y Olga Orozco. Entre los extranjeros –además de los clásicos de todas las lenguas- me gustan el griego Iannis Ritsos, Ana Ajmátova y algunos poetas chilenos como Jorge Teillier, Gonzalo Rojas y otros poetas más jóvenes, especialmente de Chiloé, como Sonia Caicheo, Sergio Mansilla y Jorge Velásquez.

¿Podrías decir porqué?
-Si busco un porqué común que me permita dar una sola respuesta –lo cual es muy difícil, ya que cada poeta es, en definitiva, un mundo en sí- tal vez un poco forzadamente diría que en todos ellos encuentro, sobretodo, un envidiable ejercicio de simplificación (por no decir purificación, que es una palabra que no me gusta), no sólo en cuanto a contenidos, sino también respecto a lo expresivo –el tratamiento del lenguaje, de la forma, de la elección de los materiales...-.Quizás lo que en el fondo me interese es que la poesía sea lo más democrática posible, sin dejar, por ello, de ser profunda, de problematizar debidamente la realidad y buscar nuevos caminos para la inteligencia y la sensibilidad.

A partir de tu experiencia como poeta y como crítico: ¿qué nos podés decir respecto al rol social del poeta?
-Como poeta, y más bien desde la ilusión, desde una expresión de deseos diría que socialmente (y no dicho esto como se lo decía hace algunos años, cuando aún tenían vigencia corrientes como el realismo socialista, etc...) la figura, más que la obra, del poeta tiene un cierto peso o gravitación social. Quizás sea una suerte de estereotipo, de modelo a seguir por quienes, en realidad, poco saben lo que es un poeta; pero en fin: pareciera tener un lugar social, jugar un papel social que tiene que ver con la preservación de actitudes románticas y éticas, en el sentido de no ceder a ciertas tentaciones de lo material, y a sostenerse dentro de cierto idealismo...
Como crítico soy mucho más pesimista –diría realista-, ya que me parece que el poeta es cada vez menos considerado por quienes toman medidas concretas para cambiar a la sociedad, como por la mayor parte de la gente , que espera que alguien haga o diga (que es lo que podría hacer el poeta) cosas importantes que le permitan seguir alimentando algún tipo de esperanza, de salida hacia algún lugar social más acogedor. Por distintas razones que sería extenso tratar aquí, el poeta fue perdiendo poder. Entre otras razones –y menciono solo una- porque la poesía se fue disolviendo (hablo de la poesía escrita en libros) en otras prácticas, como el cine, etc..., y porque los lectores van desapareciendo.

Continuando con el compromiso social del poeta, ¿pensás que debe necesariamente reflejarse en los temas de su producción?
-No. Yo creo que los “temas” son pretextos para los poetas, son excusas para montar con ellos lo otro, lo que realmente cuenta y que es el modo, la manera, es decir la estética desde y con la cual dice. Este decir de tal o cual manera, quiéralo el poeta o no, recoge y expresa lo social (los conflictos, o el estado de la sociedad y la cultura de su época...), aunque ciertamente esto no excluye el hecho de que –si lo hace “poéticamente”- pueda tomar los temas que desee, sin restricción alguna.

¿Qué relación establecés o ves entre literatura y política?
-Sobre todo me interesan aquellas relaciones, digamos, negadas; o no manifiestas. Es decir: me interesan aquellos escritores o poetas que intentando y/o, proclamando su asepsia política –su neutralidad, su negación de lo político- en realidad, lo que hacen es alinearse en una posición política bien definida. En este sentido hay casos diversos: los de escritores que declarándose vanguardistas son, en realidad, conservadores y, por el contrario, los que declarándose conservadores (el ejemplo más claro sería Borges) en realidad fueron grandes adelantados.











Universidad Nacional de Córdoba
Facultad de Filosofía y Humanidades
Escuela de Letras Modernas
Alumna: Sabina Parfeniuk

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